El cuadro

28.07.2020

En las inmensidades de un museo pasan niños, adolescentes, adultos y a veces gente de la tercera edad, algunos lo visitan por compromiso, otros por mero gusto, otros porque no tienen nada mejor que hacer pero sea cualquiera la razón por la cual lo visitan, todos se llegan encontrar enfrente de un cuadro que no todos comprenden. Los más jóvenes no prestan atención y prefieren ir a observar una obra más pintoresca, a algunos adultos le parece aburrida, sin color y sin gran cosa que analizar, los ancianos como de costumbre paran y analizan cada obra y esta no es la excepción, no obstante, hay una chica particular que se para enfrente de la pintura y parece sumergida, tal vez en sí misma o en la pintura.

Dos ojos se encuentran posados sobre un cuadro con un cielo grisáceo y con algunas manchas blancas sobre él, mismas que son casi imperceptibles, un mar furioso y de azul marino pega contra los peñascos que lo rodean y en la costa forma una espuma digna de rabia que se disipa en la porosidad de la arena, unos pies descalzos hacen contacto con las nubes marinas, mismos pies que conectan con un par de piernas casi desnudas, unos shorts grises y un torso cubierto por una tela transparente, una chica de cabello largo mira hacia el infinito, nos da la espalda pero a pesar de no ver su rostro algo nos dice que está sumergida, tal vez en sí misma o en las profundidades del mar. La chica del museo parece comprender algo que el resto no, siente una profunda conexión con la pintura y pereciera que ésta le grita con desesperación y por alguna extraña razón le genera un deseo, no sabe exactamente de qué, pero lo hace, un deseo espontáneo y profundo. La chica posee un rostro casi inexpresivo, sus ojos brillan pero parece no haber vida dentro de ellos, su ceño es relajado pero tiene aires de tristeza y sus labios permanecen completamente horizontales, ni la pintura pudo hacer que se curvaran ligeramente hacia arriba o hacia abajo, su mirada parece estar completamente perdida, tal vez esté analizando cada parte del cuadro o probablemente ni siquiera lo esté viendo, o tal vez como la chica de la pintura, simplemente está mirando hacia el infinito. La gente pasa a su lado, niños, ancianos, adultos y adolescentes, pequeños grupos de turistas y de vez en cuando algún guardia de seguridad, la luz, la pintura y la chica es lo único que no cambia en toda la sala, incluso la chica podría parecer parte de la exposición, su figura es casi idéntica a la de un maniquí y si no parpadeara se podría hacer pasar por uno. Después de un par de minutos u horas, ya que el tiempo es una ilusión, la chica da un paso hacia atrás, da media vuelta y sigue analizando el resto de obras pero ninguna con tanto detenimiento como la de aquel mar.

La chica está viva pero algo en ella ha muerto, se ve pálida y su piel parece ser fría, en sus ojos no hay chispa alguna y tiene aires de soledad. Sin nombre y sin rumbo camina hacia donde sus pies la guían, pareciera que todos en este mundo la han abandonado pero es algo que no le importa, su melena oscila de un lado hacia otro mientras da cada paso, su mente podría estar al mil por hora o por lo contrario, no pensar en nada pero esto no se sabe porque su rostro ni labios hacen expresión alguna. Camina lentamente pero con paso seguro, sale del museo y camina a lo largo de una vereda blanca que se encuentra a lado del mar, el cielo comienza a nublarse y caen pequeñas lágrimas del cielo pero esto no hace cambiar su neutralidad y sigue caminando sin rumbo alguno. El clima es caliente y húmedo, su ropa se empieza a pegar contra su piel con una tremenda facilidad, las nubes blancas huyen lentamente de sus hermanas más potentes y un par de coches pasan a lado de la chica pero ésta no se inmuta, parece seguir sumergida, tal vez en sí misma o en la interminable vereda.

Las líneas finas y un bloque perfectamente simétrico se ven interrumpidos por unas escaleras que dan hacia la costa, la chica se detiene y ve el mar, el viento sopla sobre su rostro y despeina su cabellera, de inmediato pone un pie sobre el escalón y baja, cuando al fin se encuentra con el último se quita las sandalias, no las recoge y simplemente las deja ahí. Ama cómo sus pies se hunden en la arena a pesar de que ésta tiene pequeñas piedras por doquier, conforme se acerca hacia el agua se quita la mascada que llevaba sobre sus hombros y la deja volar, ahora sus brazos se encuentran completamente descubiertos, también se quita la larga falda que llevaba y deja ver unos pequeños shorts que hay debajo de ella y espera pacientemente a que la espuma del mar toque sus pies. Una vez que siente aquel líquido y las burbujas sobre sus plantas piensa:

<< Si muriera, ¿alguien se daría cuenta? No tengo a nadie, no tengo familia, amigos ni pareja, solamente un par de conocidos que me hablan más por compromiso. Con empleo pero sin sueños, con vida pero sin aspiraciones. Esto no es realmente vivir. Si muriera... ¿alguien se daría cuenta? Mi apartamento está completamente desolado a pesar de tener un buen salario...>>

El viento vuelve a pegar contra su cabello y el calor húmedo ha desaparecido, ahora incluso hace un poco de frío y la marea va subiendo cada vez más a pesar de hacerlo lentamente. El sonido de las olas rompiendo contra el peñasco de la derecha es el único sonido que hay en todo el universo y a pesar de ser estruendoso no lo es lo suficiente como para apagar los pensamientos de la joven.

<< El mundo, el universo y lo que hay más allá de esto es inmenso, profundo e infinito y yo me hallo aquí, sin aspiraciones, sin sueños y sin razones, en esta magnitud de lo abrumador soy completamente insignificante, sin importancia alguna y por lo contrario, este profundo azul es a su manera igual de insignificante que yo, pero es puro, impaciente, abrupto y con autoridad, si así desea crea pequeños cuerpos de agua, pero si lo enfurecen es capaz de terminar con ciudades enteras, además, tiene sus propios matices y alberga todo tipo de flora y fauna, florece y se marchita a su manera, en las profundidades hay una infinidad de esqueletos e incluso, esta arena es la muerte misma, son seres que alguna vez tuvieron vida y ahora se encuentran debajo de mis pies, inertes, sin pensamientos, sin opiniones o sentimientos, simplemente son lo que fueron y lo que son, no se preocupan y simplemente fluyen con la espuma y el agua que los arrastran y los obligan a fluir. Muertos pero llenos de vida, vida de la que ni ellos mismos son conscientes. Muertos pero con más vida que yo... >>

Mientras los pensamientos siguen el atardecer se posa en el lejano horizonte << El Sol muere ante el infinito mar para dar luz a la Luna, las flores mueren para dejar florecer a otras, los animales mueren para dar lugar a los recién nacidos. Todo se convierte, tal vez ante los ojos de algunos simplemente mueren, pero para otros regresan a su origen, son sincronizados con un Todo, un Todo lleno de insignificancias pero de tantas que se convierte en significante, una perfección llena de imperfecciones, un solo ser compuesto de millones...>> Mismas frases penetran en lo más profundo de su mente y retumban una y otra vez. De repente, un tremendo deseo instintivo la consume, el mar le grita en silencio y la joven pone un pie enfrente del otro y comienza a caminar lentamente.

<< Un Todo lleno de insignificancias >>, paso.

<< Que se convierte en significante >>, paso.

<< Una perfección >>, paso.

<< Llena de imperfecciones>> , paso.

<< Un solo ser>>, paso.

<<Compuesto de millones >>, paso.

Repite una y otra vez las mismas frases hasta que el agua le llega al surco de la nariz y repite por última vez con una sonrisa en el rostro <<Un Todo lleno de insignificancias pero de tantas que se convierte en significante, una perfección llena de imperfecciones, un solo ser compuesto de millones...>>, ve los últimos rayos del sol que dan fin al atardecer y de inmediato se sumerge en las profundidades del mar, de las mismas que ya no saldrá como entró... porque sin darse cuenta, ahora es ella quien aparece en el cuadro del museo, viendo hacia lo infinito y con una chica observándola 


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